Carta a los inversores de septiembre

Septiembre suele despertar un deseo generalizado de comenzar de nuevo, algo que nutricionistas y propietarios de gimnasios conocen bien. No es casualidad: la psicología del comportamiento sugiere que las personas son más propensas a alcanzar sus objetivos tras hitos temporales como el fin del verano o el inicio de un nuevo año, un fenómeno conocido como el “efecto nuevo comienzo”.

Los inversores no son la excepción. Muchos regresan de sus vacaciones con la intención de revisar o ajustar sus carteras y, al hacerlo, buscan ponerse al día con lo sucedido en los mercados durante su ausencia. Por ello, septiembre se convierte en el mes de las previsiones económicas. Un inversor que hubiera asistido a una presentación en enero —otro de esos momentos típicos en los que se reevalúan estrategias— se sorprendería: los analistas han acertado en las grandes tendencias. La economía, los precios y los tipos de interés han seguido el patrón de moderación que se anticipaba. Sin embargo, este acierto en la macroeconomía contrasta con la decepción en las recomendaciones de inversión. Mientras los expertos aconsejaban evitar la bolsa, esta ha subido un 11% en el año, mientras que la renta fija, que todos alababan, apenas ha ofrecido rentabilidad. De aquí, dos lecciones clave: es posible acertar en el panorama macroeconómico y fallar en la estrategia de inversión, y eliminar la renta variable de las carteras suele ser un error.

Perspectivas económicas para los próximos meses

Pocos cambios significativos se esperan. Aunque los tipos de interés están en descenso generalizado, el periodo se caracteriza por una notable divergencia. Estados Unidos finalmente muestra signos de desaceleración. Aunque no se espera una recesión, el crecimiento cerrará el año en torno al 2,5%, con una previsión de menos del 2% para 2025. El enfriamiento del mercado laboral ha reavivado la expectativa de que la Reserva Federal recortará los tipos de interés, pasando del 5,5% actual a un estimado 3% en los próximos dos años. En contraste, Europa experimenta una aceleración desde niveles muy bajos: este año crecerá cerca del 1%, y el próximo apenas alcanzará el 1,5%. A pesar de su débil expansión, el empleo se mantiene estable. No obstante, para evitar que este crecimiento lento se torne negativo, serán necesarios recortes progresivos en los tipos de interés, entre cinco y siete hasta finales de 2025.

España, en cambio, se desmarca del resto de Europa. Impulsada por el turismo, el consumo y el gasto público, su economía crecerá cerca de un 3% en 2024, el doble de lo previsto al inicio del año. Con la expectativa de tipos de interés a la baja, el país podría encontrarse en una situación especialmente favorable en los próximos meses.

¿Qué significa esto para los inversores?

Los tipos de interés fijados por los bancos centrales serán determinantes para el comportamiento de los mercados en el próximo año y medio. La esperada reducción de 200 puntos básicos en ambos lados del Atlántico debería aumentar el precio de los bonos. Aunque la renta fija no es realmente “fija”, un bono español a 10 años comprado en 2023 por 1.000 euros con un cupón anual del 4% podría venderse en 2026 por unos 1.100 euros si los tipos caen al 2%. Sin embargo, esta recomendación se enfrenta a la sombra del escepticismo: durante más de un año se ha anticipado una caída “inminente” de los tipos, sin que esta se haya materializado. En algunos países, como España, Alemania o el Reino Unido, los tipos incluso han subido, erosionando el valor de los bonos. Aun así, desde una perspectiva macroeconómica, sigue siendo la recomendación más sensata.

En cuanto a la bolsa, la caída de tipos también genera un impacto positivo, principalmente porque reduce los costes de la deuda. Las empresas españolas, por ejemplo, tienen una deuda de aproximadamente 350.000 millones de euros, y cada punto de reducción en los tipos de interés incrementa sus beneficios en varios miles de millones. Además, las valoraciones empresariales mejoran cuando los tipos son bajos, ya que las ganancias futuras valen más al descontarse a un tipo inferior. Por ejemplo, 100 euros de beneficios proyectados para 2029 equivalen a 78 euros con tipos al 5%, pero suben a 90 euros si los tipos caen al 2%.

Sin embargo, existe también un efecto indirecto: las bajadas de tipos suelen acompañar a una desaceleración económica, lo que implica menores ingresos y beneficios. Los inversores confían en que los costes caerán más que las ventas, lo que aumentaría los beneficios, tanto en Europa como en Estados Unidos. En Europa, se espera un crecimiento del 5% en 2024 y del 12% en 2025, mientras que en Estados Unidos las expectativas son de un 10% y 15%, respectivamente. Sin embargo, la incertidumbre geopolítica sigue pesando: un cambio de gobierno en Estados Unidos o una escalada de tensiones globales, como en Oriente Medio o China, podrían alterar radicalmente el panorama energético y reavivar la inflación, llevándonos de nuevo al punto de partida.

Por esta razón, a pesar de las buenas perspectivas para sectores como el inmobiliario, los materiales y, especialmente en Europa, el sector financiero, los expertos están volviendo la mirada hacia sectores defensivos como la salud. En Estados Unidos, los “siete grandes” que dominaron en 2023 siguen atrayendo apuestas, pero se espera que más empresas logren generar beneficios.

¿Qué hacer ante este escenario?

No hay recomendaciones inequívocas. Es prudente mantener bonos en la cartera, aunque podrían no ofrecer grandes subidas. La economía está algo estancada, pero sigue siendo una buena opción invertir en bolsa, dado que las empresas aún pueden generar beneficios. La geopolítica añade un factor de riesgo, pero evitar la renta variable no parece sensato. La estrategia más sólida sigue siendo la diversificación y mantener la calma, evitando decisiones precipitadas. Si ya se planificó con antelación en enero o el año pasado, tal vez este septiembre sea mejor dedicarlo al gimnasio.

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